sábado, 14 de febrero de 2009

Modelo Optico de Jacques Lacan

Los invito a ver esta experiencia física que resulta por demás interesante sobre la base del Modelo Optico de Jacques Lacan, titulada "El Ramillete Invetido"

Realizado en la Universidad Nacional de La Plata, Depto. Física

Apertura, Sociedad Psicoanalítica Buenos Aires
Apertura, Sociedad Psicoanalítica La Plata

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Lectura crítica de la posición del analista como Muerto

Así como hay tiempos lógicos en la cura, también de acuerdo al tiempo en que se esté en la dirección de la cura y a como se esté desarrollando la lógica de esa cura, hay distintas posiciones del analista que la dirige. Por supuesto es de nuestro interés abordar y trabajar de qué se tratan las mismas ya que somos nosotros los que debemos encarnar ese lugar.

En lo que es mi experiencia clínica he venido escuchando en distintos pacientes que re-iniciaban el tratamiento, la queja de que el analista “no les decía nada”, sabemos que la función del analista no se trata de tener que “hablarle al paciente”, y más allá de suponer que esta queja estaba relacionada con la posición neurótica que pide que le demanden, me pareció necesario levantarla y me incitó a pensar de qué se podría tratar esto.

No parecía tan desacertada esta queja de los pacientes ya que hacia la década del 70, Lacan en un texto que está publicado en “Intervenciones y textos 2”, “La Tercera”, hablando del discurso psicoanalítico como el recién llegado advertía a los analistas... que sean más sueltos ,más naturales cuando reciban a alguien que les pida un análisis "...No se sientan obligados a darse importancia. Aún como bufones que estén se justifica. Soy un payaso, sigan el ejemplo y no me imiten. La seriedad que me anima es la serie que ustedes constituyen. No pueden a un tiempo ser y estar en ella...”, esta indicación es importante, por un lado da cuenta del manto de impostura de cierta elite de psicoanalistas.

Este problema nos obliga a pensar cómo se ubica Lacan para la constitución de la serie de los analistas ¿si el lugar cero es ocupado por Freud, el uno es ocupado por Lacan? Veremos qué problemas puede traer esto, por otro lado la referencia a lo que va a trabajar en el Seminario XIV redobla lo dicho en La Tercera, pienso donde no soy, donde para poder estar en la dirección de la cura, estar en función analista, para ofertar la persona habrá que desistir de ser el analista.
Y a continuación presenta el nudo de I, S, R, "...como lo que actúa en la palabra, cuando ustedes son el analista...”.

A mí me resulta muy precisa esta indicación, esta referencia a los anillos que hacen nudo borromeo, la cual va a repetir bastante en este texto, además nos permite articularlo con lo que propone en la “La dirección de la cura y los principios de su poder”, el analista debe pagar

-con palabras
-con su persona
-con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, con su ser en tanto falta en ser.

Son tres formas de pensar al analista articulado a sus tres registros.

Estas referencias que les propongo de fechas tan distintas nos permiten inferir que ya en el transcurso del establecimiento de su enseñanza se producía la interpretación de privilegiar algún registro en lugar de poder situar la importancia de la articulación de los tres.

Pagar con palabras ¿qué significa ? que el analista debe leer, implica el acto ético de establecer una lectura y no otra, siguiendo la indicación de lo que plantea en el Seminario XI, la interpretación no está abierta a todos los sentidos, exige del trabajo del analista para establecerla.

Y esta lectura es necesaria para precisar la estructura del A (Otro) que le tocó al sujeto, Milner en “La obra clara”, nos propone una figura para pensar lo azaroso y lo contingente de ese Otro con la tirada de dados, mientras se baten los dados en el cubo pueden ser cualquier significante, una vez que se da vuelta el cubilete sobre la mesa quedan establecidos cuales serán esos significantes, entonces se podrán escuchar e indicar en el discurso del sujeto.

Pagar con su persona, ofertarse como soporte para el establecimiento de la transferencia, o sea soportar la complejidad de trabajar con una materialidad de dos dimensiones, como es el discurso que se produce entre analizante-analista, teniendo que estar en tres dimensiones.


Pagar con lo más esencial, con su falta en ser, haciendo semblante del objeto a. Ser la causa de deseo. Puesto que el deseo es el deseo del Otro.

Vemos como los tres registros están desde el principio juntos.
En función de lo que vengo planteando me parecía interesante interrogar la metáfora del muerto que aparece en este texto “La dirección de la cura y los principios de su poder”, ya que mi hipótesis es pensar qué lectura se hizo de esta palabra utilizada por Lacan, y por lo tanto qué consecuencias clínicas produjo. En este sentido lo que yo propongo pensar es que se hizo un ideal de analista labios cocidos, rostro cerrado, que no tienen la misma finalidad en el bridge que en el análisis, y pensar qué lugar tuvo la transmisión y el estilo del mismo Lacan.

En este texto que estoy citando aclara que el analista se adjudica la ayuda de lo que en ese juego se llama el muerto, el juego es de dos parejas donde una de ellas establece al inicio del juego que bazas va a realizar, en esta pareja uno de los compañeros es el muerto, él y sus cartas son el muerto y es el que las deberá dar vuelta sobre la mesa. Entonces el analista se adjudica la ayuda del muerto en tanto el inconsciente estructurado como un lenguaje, para hacer surgir al cuarto que lo podemos pensar como el sujeto, “por cuyo juego el analista va a esforzarse por medio de sus bazas, de sus estrategias, en hacerle adivinar la mano, nos está indicando el lugar del analista operando.

La metáfora del bridge nos posibilita pensar la estructura de a 4, los 4 jugadores, el que tiene el material a leer es el muerto, las cartas como la estructura significante. En este sentido el analista deberá saber jugar las cartas o leer el texto del paciente, para que aparezca el sujeto, el asunto, que se articula y aparece como efecto de la lectura de la estructura significante particular.
Nada menos parecido a un muerto en este sentido, el lugar del analista.
Del concepto de sujeto que se tenga, y articulado con ese concepto el de la acción del analista, o sea, de como conceptualice al sujeto y como y que considera respecto a su acción, se verán las incidencias en la clínica.

Me parecía importante pensar si no habrá por parte nuestra un descreimiento del poder generativo del significante, porque en tanto el analista no pregunta ,el significante está muerto, se produce un vacío ahí, que por lo tanto no habilita ninguna lectura, más bien el analista redobla ese vacío con su silencio, si nos quedamos con que el significante mata la cosa no podemos hacer nada, además la incidencia de la estructura significante sobre el ser viviente produce un sujeto, y en ese sentido lo real del ser vivo es transformado en otra cosa, un R articulado a un S, y a un I.

Tal vez la pregunta que se plantea es la diferencia y si la hay, entre la posición del analista y la acción, o sea desde dónde el analista produce determinada intervención. Considero que ambas deben pensarse juntas, con qué ética y política orienta su táctica el analista, nos permitirá leer retro activamente desde que posición interviene el analista en transferencia y será en relación a esa posición que la acción tendrá unos efectos y no otros.
Para poder ubicar desde dónde orienta su acción, en el sentido que la acción no valdrá en sí misma sino desde dónde, con que ética la produce, es que podremos pensar qué es esto de hacer el muerto.

Recorriendo algunos textos se puede situar:

En “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”, en el apartado “La acción analítica” dice:”...el analista interviene directamente en la dialéctica del análisis haciéndose el muerto, cadaverizando su posición ya sea por el silencio, allí donde es el Otro (Autre), con una A mayúscula, ya sea anulando su propia resistencia allí donde es el otro (autre) con una a minúscula. En los dos casos, y bajo las incidencias respectivas de lo simbólico y de lo imaginario, presentifica la muerte.

Pero además conviene que reconozca, y por lo tanto distinga, su acción en uno y otro de esos dos registros para saber por qué interviene, en que instante se ofrece la ocasión y como actuar sobre ello.”

Aquí hay una indicación de Lacan en relación a que lo que deberá anularse es que el analista aparezca con sus resistencias como semejante, pero no deberá anularse que el analista también juega la partida como otro en tanto que persona presente allí , registro necesario del otro para sostener la transferencia donde podrá aparecer el sujeto.

Distinguir la acción, poder situar desde qué posición la produce el analista y qué efectos tiene en la dirección de la cura, por lo cual la referencia a los tres registros es fundamental. En este sentido creo que nos permite pensar lo que plantea en “Variantes de la cura-tipo” en el 53”, en la Pág. 334 “...sabe menos bien que lo que responde es menos importante en el asunto que el lugar desde donde responde...”
En este texto también aparece la referencia al muerto, más precisamente a la muerte como lugar tercero necesario que interviene en la pareja, en la relación imaginaria, donde indica el despojo por parte del analista, de la imagen narcisística de su yo, para reducirla a la sola figura, del amo absoluto, la muerte (esta referencia es por la influencia de la obra de Hegel en los primeros años de la enseñanza de Lacan).

Lacan se pregunta ¿qué debe ser el yo del analista?, viene hablando en respuesta a Balint acerca de la relación dual y dice “no podrían rectificarse sin que se recurra a la mediación que constituye entre los sujetos la palabra esa mediación no es concebible sino a condición de suponer en la relación imaginaria, un tercer término, la realidad mortal, el instinto de muerte”.

“...Para que la relación de transferencia pudiese escapar a estos efectos, sería necesario que el analista hubiera despojado la imagen narcisística de su yo de todas las formas del deseo en que se ha constituido para reducirla a la sola figura que bajo sus máscaras la sostiene, la del amo absoluto, la muerte..."

En el seminario V “Las formaciones del inconsciente” 1957-1958, en la clase 8 plantea... “ Todo lo que se realiza en el sujeto, depende de lo que se plantea como significantes en el Otro.

El cuarto término es el sujeto, pero como es él y como es en efecto inefable, estúpido no tiene su significante. En las tres puntas del triángulo edípico él está afuera, depende de lo que va a suceder en ese juego y es el muerto en la partida”.
Esto es contemporáneo de lo que plantea en “La dirección de la cura.”

La metáfora del juego en el caso el bridge, donde aparece como el muerto el compañero del analista y alternativamente el compañero del sujeto, está entre ambos.
En el seminario VIII (1961) en la clase 13 hace la crítica a la contra transferencia, donde dice…”se entiende como contra transferencia todo lo que en el analista representa su inconsciente en tanto que no analizado, es nocivo por su función, para su operación de analista, discurso al cual no subscribe de entrada.

Aparece lo que llamaré el ideal estoico que uno se hace del análisis. La vía de la apatía estoica, el hecho que permanezca insensible, a las seducciones de este pequeño a, que tiene sobre él un poder, ¿quiere decir que esto sea en sí, solo imputable a algunas insuficiencias de la preparación del analista? No en principio…”.
“¿Por qué un analista bajo pretexto que está bien analizado sería insensible?
Debe haber algo fundado en esta apatía del analista, el analista está poseído por un deseo más fuerte, una mutación en la economía del deseo”.

“...El analista juega con un muerto y debe haber algo allí, de jugar el muerto en este pequeño otro en él, que en la posición de la partida de bridge, el S que es él tiene frente a él su propia pequeña a, por lo que está consigo mismo en su relación especular..."

El analizado tiene su partenaire representado por S (barrado)
La paradoja de esta partida de bridge analítica es esta abnegación que hace que el analista deba ayudar, al S a encontrar lo que hay en el juego de su partenaire y para hacer este juego de quién pierde gana, del bridge, el analista no debe complicarse la vida con un partenaire y es por eso, que se dice que el i(a) del analista debe comportarse como un muerto, quiere decir que el analista debe saber lo que hay en la mano. Todo podría hacer suponer que el analista es un ser superior. No es así.
No somos nunca igual a nuestra función. El analista debe tener en cuenta los sentimientos que maneja en el análisis.

La idea del deseo del analista aparece en forma de interrogación hacia el 59 en el seminario VI y en el mismo texto de “La dirección de la cura y los principios de su poder” en la medida que comienza a diferenciarse de la teorización hegeliana del deseo.

En relación a lo que plantea Colette Soler considerar que la ecuación personal debía ser reducida a nada, creo que es necesario diferenciar ecuación personal no es igual que persona y que se ha producido un deslizamiento en leer el moi igualado al i(a), en tanto menos interviene el analista mejor analista es, por eso lo paradójico de nuestro lugar es como ofertar nuestra persona sin que ella en tanto imagen narcisística intervenga.

En relación a lo planteado considero que se ha hecho ideal de analista muerto, creo que el problema se puede pensar a partir de ver qué se ha producido como respuesta frente a ocupar el lugar de analista, como en tanto el lugar de I (A), lugar del ideal del yo, como el significante que se erige como insignia, como rasgo del uno, este uno del Otro es tomado como punto de identificación para dar consistencia al ser, por los analistas. Se introduce este punto de ideal que está en el OTRO desde donde el I(A) me ve como al Otro le gusta verme, conformando un ideal de analista al cual estar a la altura, al que se termina creyéndose por identificación, respuesta que creo que el lacanismo ha generado a expensas de haber criticado al postfreudismo en su conceptualización del encuadre, en el sentido que ellos sostenían ese ser vía la rigidización del encuadre.

Entonces es pertinente la pregunta ¿Qué se espera de un analista? si en relación a quién espera ubicamos la comunidad de los analistas parece que esto implica un semblante ostentado un semblante más de la cuenta ya que se produce el mecanismo por el cual para mostrarse amables al Otro se introduce a modo de S1, este ideal que se erige en relación a su imagen narcisística, S1 ideal de analista, construido a partir de ciertos enunciados de Lacan.

En el Seminario XV Lacan dice no hay analista, en el sentido no hay “el analista”, así como hay analizantes en el caso por caso, hay analistas en lo particular. Esto significa la difícil tarea de soportar, sostener la no existencia del Otro del Otro, .dejarse poner por el analizante en el lugar del objeto a para desde allí ser eyectado al final del análisis.
Me parece interesante y me es útil pensar en el grafo del deseo la posición del analista. En el primer piso en el lugar de A, deberá hacer el recorrido para pasar a S(A) (significante de una falta en el Otro) y que este recorrido implica “curarse de ser el analista”. Es necesario en la dirección de la cura que sea entre analizante y analista se haga ese recorrido, que la cura de la neurosis depende de este cambio en la posición del analista, que del S s S pueda ubicarse como semblante de a.

Por eso creo que abandona la noción de muerto y ya a partir del 58” y en la “Dirección de la cura y los principios de su poder” plantea el concepto de deseo del analista como interrogación.
En el Seminario VIII clase 7 1961, está dándole vueltas a que debe ser el deseo del analista y dice”... ¿que debe quedar de sus fantasmas? si la castración es eso que debe ser aceptado en último término del análisis, cuál debe ser el rol de su cicatriz, de la castración en el eros del analista?

Son preguntas difíciles de responder, se trata de articular, según las referencias que pueden ser articuladas a partir de una topología ya esbozada como las coordenadas del deseo del analista, no puede bastarse con una referencia diádica...”
Cae la noción de muerto, en su lugar comienza a esbozarse esta noción nueva, que es el deseo del analista, pero el contenido de la interrogación es la misma, ¿qué pasa con el lugar del analista en tanto es ocupado por una persona?

En relación al problema que introduce, que es cercar y formalizar el concepto de deseo del analista, la cuestión está en pasar de ofertar el sujeto supuesto saber a ocupar el lugar de a, en ese sentido el ideal del yo está facilitado por la estructura del dispositivo o sea por SsS, por eso en algún punto es obstaculizador y lo que aparecerá como motor es que el analista pueda habilitarse otra posición, en tanto él también se halla curado de la ilusión de ser, que le aporta el SsS, por eso creo que el grafo nos orienta para pensar simultáneamente la articulación del deseo del sujeto y el deseo del analista, ya que el analista tendrá en su recorrido que estar orientado él y apuntando hacia S(A), el significante de una falta en el Otro, arriba a la izquierda.
En el Seminario XI, clase 19 Lacan dice “...por eso detrás del amor llamado de transferencia lo que hay es la afirmación de la ligazón del deseo del analista al deseo del paciente, es el deseo del paciente en su encuentro con el deseo del analista...”

Y en el Seminario XII, clase 16 viene hablando del análisis como un juego y del analista como el conductor dirá”...el deseo del analista en la operación, lleva al paciente a su fantasma original, eso no es enseñarle nada, es aprender de él como hacerlo, el analista se hace el deseo del paciente, no porque al paciente le sea dictado el deseo del analista. El juego como tal es lo inesperado…”
Esta cita nos permite ver como sostiene la metáfora del juego, el analista como el compañero del sujeto y a la vez como el conductor de ese juego.

Siguiendo este desarrollo nos deslizamos a otro tema que es el fin de análisis y la pregunta es como se conduce el juego hasta ahí, en principio la operación deseo del analista debe permitirnos ir más allá de la roca viva de la castración.


Lic. Mariana Stavile
Psicoanalista

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Ideas sobre la Crisis del Amor Contemporáneo

Este material es el producto inacabado, de un proyecto de investigación iniciado hace un par de años que tiene como eje una reflexión sobre la crisis contemporánea del amor.

Intentamos pensar sobre el tema con el estado actual de conocimientos y operatividad conceptual que disponemos, tratando de evitar que la falta de conocimientos funcione como obstáculo para el pensamiento.
Pedimos disculpas por adelantado si alguno de los tópicos presentados resultan elementales o erróneos para el estado del arte actual del conocimiento y esperamos que esta presentación pueda servir para enriquecer nuestra perspectiva a través de los retornos que en nuestra comunidad este material produzca.

Porque crisis en el amor?

Quizás no tengamos una explicación unívoca ni muy académica sobre el tema, sino una pregunta (casi intuitiva) respecto de una alteración de los modos de relación entre semejantes en nuestra sociedad. Suponemos que existe una correlación entre los profundas cambios económicos, culturales y políticos que están aconteciendo y este asunto.
Dado que para el psicoanálisis la condición de su eficacia radica en la instalación de un modo particular de relación al semejante, reflexionar sobre las posibles transformaciones en el lazo social de nuestra época puede resultar fundamental para ubicar nuestra práctica en el contexto de su época. Quizás en rigor, tampoco sea una crisis (en el sentido de un paso tajante de una cosa a otra) sino un viraje, una tendencia que ni siquiera sabemos si devendrá estable. Sea lo que sea, esta investigación es un intento de pensar una alteración contemporánea en los modos de relación al semejante, e implica también pensar en eso que se produce en esa relación: sujeto.

Existencia

La existencia humana puede ser entendida como el efecto de una operación sobre el viviente, y la subjetividad como aquello que resulta de los efectos de esa operación.
Si bien la humanización es una operación universal (que produce lo que llamamos seres hablantes) la subjetividad que se instituye es particular a cada época. Proponemos entonces que la operación de humanización es una puesta en relación del viviente con la cultura de su época, que implica la introducción del mismo en un juego de operaciones “donadoras” de existencia.

Se puede pensar que la particular condición de insuficiencia y desvalimiento del viviente humano lo hace apto a entrar en ese juego que le dará existencia. En este sentido resulta fundamental concebir la relación al semejante como una operación indispensable para la constitución de la subjetividad entendiendo a esta como el modo de existencia posible del viviente en el mundo humano. Estas operaciones se realizan a través de prácticas de cuidado e implicación en el orden significante.
Aunque siempre supusimos que los efectos de esta operación “humanizante” resultan determinantes en la infancia, Giorgio Agamben en “Lo que queda de Auschwitz” nos enseña que en determinados contextos, el humano puede devenir mero viviente, con lo cual demuestra a nuestro entender, que la operación de “humanización” pueda no remitirse específicamente a la infancia, ni que sea algo dado de una vez y para siempre.
En este sentido la subjetividad tendría un carácter más contingente que determinado y no es posible de concebirla por fuera de las determinaciones del contexto. Es fundamental pensar de que modo se interrelacionan los tres registros teorizados por Lacan para dar cuenta de la subjetividad (simbólico, imaginario y real) en el contexto de cada época. En este sentido la noción de contexto que utilizamos es aquello que funciona como real en una relación de afectación sobre lo que llamamos el registro simbólico.

En este sentido para nosotros inconsciente, transferencia, son términos de época, que solo pueden ser pensados en un contexto particular (occidental, científico, ¿estatal?).
En esta línea trataremos de indagar algunas pistas que nos permitan precisar la incidencia del contexto de esta época en la noción de amor.

Malestar y civilización

Concebimos que existe una insuficiencia en las operaciones dadoras de existencia humana al viviente, que el psicoanálisis denomina malestar. Sabemos que la insuficiencia existencial es inherente a la entrada del viviente en el orden significante.
Toda civilización implica un modo de tratamiento de esta insuficiencia en tanto productora de malestar. La muerte y la sexualidad son las ofertas reales privilegiadas donde se pone en juego el simbólico para operar sobre esta insuficiencia, toda cultura consecuentemente, dispone de un aparato de conceptualización y tratamiento de estas fuentes de inconsistencia.

Hipótesis de trabajo

Suponemos que si realmente estamos siendo testigos de una alteración significativa del horizonte cultural de nuestra época, es pensable una variación en la subjetividad y en las modalidades de tratamiento de la insuficiencia existencial propia de la incidencia del orden significante en el viviente.
Suponemos que un fenómeno que da cuenta de esta variación epocal es la precarización de las relaciones al semejante, que es posible rastrear en la noción de amor contemporánea.
Intentaremos un análisis comparativo de algunas variables que nos permitan caracterizar las tendencias operadas en la transformación de las modalidades de relación al semejante y en el tratamiento de la insuficiencia existencial que el orden significante determina en el viviente, en esta época.

De la media naranja al consolador.

Entendemos la crisis del amor contemporánea como el síntoma del pasaje de un horizonte de constitución de lo social en el que se privilegia la relación al semejante a un horizonte que privilegia al individuo. Creemos que las condiciones que posibilitaron este pasaje se enmarcan en la declinación de los estados nacionales a un nuevo modo de regulación de lo social a través del mercado. Nuestra época es una transición donde conviven, por decirlo de alguna manera, las dos lógicas.
Desde el psicoanálisis lacaniano concebimos el modo de constitución subjetiva a través de dos vías privilegiadas, por un lado la vía significante, donde la existencia queda determinada por los avatares del juego del lenguaje y por otro el circuito pulsional, donde la existencia queda de alguna manera producida en la satisfacción de la repetición del circuito en si misma.
Comparativamente podemos concebir que si bien ambas son vía de consistencia existencial (operaciones donadoras de existencia), la vía significante tiene un fuerte anclaje al semejante, en tanto la vía pulsional no tiende al lazo.
Lo que previamente denominamos como horizonte de producción subjetiva estatal, en tanto régimen fundamentado entre otras cosas en nociones como contrato social y en el montaje de dispositivos de disciplinamiento e inclusión social, opera en la determinación y codificación de la relación entre semejantes, relación que considera núcleo vital de lo social.

Hemos entendido el viraje del amor en los siglos XII a XIV, como la evidencia de que una determinación de contexto, puede afectar el lazo social. La institución del matrimonio basado en el mutuo consentimiento (y quizás también la incipiente, pero en crecimiento exponencial, literatura) parecen haber afectado en tal punto el horizonte discursivo de aquella época que hasta se verifica la creación de un género literario nuevo: el amor cortés. La metáfora de la media naranja viene en esta época a ser el fundamento de la concepción del lazo amoroso.

Pensamos el amor como una suerte de nudo (una maniobra, una operación) entre esa doble vertiente de la falta que son el deseo (determinado por la existencia en la vía significante) y el goce (que se produce como el efecto de ese resto del cuerpo que no fue “nadificado” por el significante y que funciona en su gramática). Ambas vías se constituyen en la relación al semejante y se reproducen por la relación al semejante y el universo de lenguaje en el que cada viviente existe.

Dado que nuestra hipótesis supone que la forma de concebir la relación al semejante está determinada por el modo en el cual la época constituye y organiza los vínculos en una sociedad, proponemos que el mercado opera de otra manera en la producción de deseo y goce.
Se nos ocurre que es como si las relaciones producidas por el marco de determinación existencial de la época, en transformación de un régimen de estado a uno de mercado, operara de modo tal que hubiera elevado a una forma relacional predominante, la consabida estrategia de defenderse del deseo con el goce.
Entendemos esta maniobra como el efecto de una afectación del lazo al semejante por la alteración de los modos de realización existencial de la época.

A modo de incipiente intento de pensamiento, se nos ocurre que la panoplia de dispositivos tecnológicos e instrumentos de producción de estímulos y deseos del régimen de mercado, operan sobre el viviente produciendo efectos existenciales por la vía del, por decirlo de alguna manera, masajeo tecnológicamente determinado de los agujeros pulsionales del cuerpo. Esta maniobra en la escala actual, pareciera estar incidiendo en la medida de su crecimiento exponencial, en los modos de realización del semejante. A través de prácticas de consumo, de autonomía, de hedonismo, de estimulación, se consolida una modalidad existencial que privilegia las vías del goce a las de la significación. Por otro lado nos parece escuchar cada vez más en nuestros consultorios ese modo de la degradación del semejante como mero objeto desubjetivizado, quizás al modo de fetiche, quizás un objeto de mercado. Es por ello que el consolador podría ser la metáfora del amor en esta época.

De esta manera creemos que el mercado parece haber encontrado una fórmula (aparentemente) más exitosa para darle consistencia a la existencia humana. La relación del sujeto con el mundo de objetos de consumo (aletósfera) da un tipo de consistencia existencial, que pareciera velar las dificultades que plantea el amor producido en un régimen que promueve la relación al semejante, con todos los avatares de la inexistencia de relación sexual (en tanto nombre de la insuficiencia existencial, articulada a la relación al semejante).

En relación a los modos del malestar en la civilización en un contexto estatal, quizás la demanda (entendida como ese efecto de relación al otro como el que tiene lo que me falta) haya sido una forma de tratamiento privilegiada por determinaciones epocales, dado que el malestar se presenta en la sociedad estatal articulado a la creación y mantenimiento de dispositivos específicos para alojar demandas. En este contexto, vemos como las formas del malestar tienden a resolverse en relación al semejante en el campo social.

En una sociedad de mercado parecería que el exacerbamiento del individuo en tanto autoproductor de su propia existencia (en redes de estímulo y consumo mercantiles) devalúan el modo “relacional” estatal previo. Las formas de malestar actual parecen atacar las relaciones al semejante y desde esta perspectiva quizás puedan volver a pensarse algunos fenómenos que se presentan en el campo de la clínica y en el campo de la cultura. Quizás sea Michel Houellebecq quien mejor articule esta nueva forma de amor de la época, en el género de amor de mercado que parecería haber inaugurado Breat Easton Ellis con American Psycho.

El entre dos del dispositivo psicoanalítico, implica la puesta en juego de nociones como deseo, falta, castración, ética, cuya dimensión en el régimen de mercado quizás resulten de alguna manera "reprimidas" en tanto que el mercado ya no privilegia la relación al semejante y el potencial campo de efectos que esto produce, imponiendo de manera eficaz una modalidad donadora de existencia a través del consumo.

CONCLUSIONES

En psicoanálisis concebimos al amor como uno de los modos de dar respuesta, a través del vínculo al semejante, a la insuficiencia existencial propia de la inserción del viviente en el orden significante. Aunque sabemos que como cualquier respuesta que da cierta posibilidad de maniobra respecto de la sexualidad y la muerte, nunca es absolutamente lograda.

Creemos que el mercado ha consolidado un campo que de manera novedosa en la historia de la humanidad traslada el tratamiento de la insuficiencia existencial de la apelación al semejante, al consumo de objetos, privilegiando una vía "gozosa" de existencia en detrimento de la vía significante.

En la medida que el estatuto del semejante se ha transformado en el régimen de mercado, esta variación pone en crisis la noción de amor tradicional.
Observamos una degradación del valor del semejante, que en tanto sagrado para un mundo de derechos humanos y leyes contractuales, a devenido un mero consumidor y su envés objeto de consumo o simple y puro desecho. La existencia contractual, como modelo del régimen estatal, tiende a ser reemplazada por una existencia consumidora. La maniobra consumista vela de manera eficiente la insuficiencia existencial, en la medida que el deseo queda rebajado en un juego imaginario de inducción de demanda infinita y producción y oferta de objetos a consumir, lógica que de alguna manera afecta el campo de relaciones con el semejante.

Cabe destacar que el psicoanálisis se funda hoy en una concepción que va a contra pelo de la época, en tanto produce un vínculo al semejante que opera en contra de la auto realización masturbatoria individual.

¿Se impondrá en esta época la lógica del amor de mercado tal como lo hizo en su momento la del amor cortés? ¿estaremos leyendo una nueva versión del amor?

Lic. Martín Krymkiewicz. Ex residente Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear. Psicoanalista. mekd70@yahoo.com.ar

Lic. Mariana Stavile. Psicoanalista. mstavile@yahoo.com.ar


Bibliografía

Michel Houellebec, "Las partículas elementales". Anagrama
Michel Houellebec, "El mundo como supermercado". Anagrama
Gilles Delleuze, "Posdata a la sociedad de control".
Antonio Negri & Michael Hardt, "Imperio".
Giorgio Agamben, "Lo que queda de Auschwitz". Ed. Pre textos.
Jacques Lacan, Seminario 8.
Jacques Lacan, búsqueda del término “amor” en todos los seminarios.

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La efectuación del duelo y el concepto de amor

Es pertinente aclarar, que el siguiente texto es el resultado de la unión de dos grupos de investigación.

Decidimos conjugarnos en un equipo, puesto que en las Jornadas de Investigación del año 2004, descubrimos que nuestros trabajos estaban atravesados por el mismo asunto: el objeto (a) como causa de deseo. Agamben define la sorpresa como “La cosa más simple y familiar, aparece de pronto como un inencontrable y una extrañeza”[1]


La sorpresa de nuestro asunto en común, nos guió hacia una pregunta: cómo se articulan en la dirección de la cura; la efectuación del duelo y el concepto de amor. La articulación de ambos conceptos, implicarían en la dirección de la cura, trabajar con la falta en ser o la falta del Otro, poniendo en jaque o en cuestión la concepción de la unidad yoica vigente en nuestro contexto social. . Para comenzar a pensar este tema decidimos servirnos del texto de Agamben “Historia e Infancia”

En dicho texto, Agamben realiza una revisión crítica e histórica de cómo fue mutando el lazo social a través del tiempo. Proponiendo la expropiación de las experiencias compartibles como una de las tantas nominaciones del individualismo moderno, que se encarnan en las versiones institucionales en su forma extraordinaria y cotidiana de velar la hiancia del sujeto. Es decir que la expropiación de las experiencias compartibles reforzó el individualismo en detrimento del lazo social. Trataremos de dar cuenta cómo los conceptos de duelo y amor van a contrasentido de la concepción individualista vigente.

Con este objetivo, hicimos un corto recorrido histórico, dónde nos aventuramos a formular distintas esferas, como planetas de pensamiento y creencia que hicieron uno en cada época.

Mundo Antiguo: El conocimiento como la relación entre lo uno y lo múltiple. Concepción del tiempo figurado como lo circular, continuo, lo a-histórico inmutable, sin principio y sin fin. El círculo en Grecia era el símbolo de la perfección, de la unidad.

Mundo Judío Cristiano: hace uno como pueblo o la trinidad haciendo uno. Concepción del tiempo como rectilíneo, finito.

Ciencia Moderna: establece un camino metódico de conocimiento para calcular la certeza, la exactitud. La ciencia sutura la hiancia del sujeto, sutura el vaciamiento del pensamiento propuesto por Desacartes.

Capitalismo: el consumo como la ilusión que instaura una falta que puede ser colmada, por los objetos producidos por la aletofera del mercado.

Amor Narcisista: la búsqueda de la media naranja, como la nueva versión de Aristófanes en el banquete. “[...]Cada uno de nosotros, efectivamente, es una contraseña de hombres, como el resultado de un corte de un solo ser, presenta una sola cara como los lenguados. De ahí que busque siempre cada uno su contraseña [...]”[2]

La respuesta a un mandato que habita nuestra cultura, e invita a cumplir con las condiciones que hacen creer ficticiamente en la posibilidad de un encuentro con el otro. El mercado explota la falta ahí.

Evolución analítica: si pensamos al análisis como mandato analítico, nos hace creer en la ilusión de que a través de esa “experiencia” tendríamos la posibilidad de ser feliz y arribar a una posición de ausencia de sufrimiento, como si dicho sacrificio garantizara el encuentro con el objeto de saber. Es la versión de la cuenta neurótica donde el sujeto no se cuenta en su cuenta, dónde se sustrae de la pregunta que lo implica y lo convoca en ese análisis.


Así como las esferas van modelando diversas presentaciones de sus formas que a su vez son variaciones de la misma buena forma, se puede decir que hay como se propone en “La familia en desorden”, un Hamlet para cada época. ¿Qué representa Hamlet? Los impedimentos en cada época para llevar a cabo el acto del deseo. Entonces, pensamos la función analítica como un proceso capaz de cuestionar el sistema de hipótesis que se sujetan bajo una primera premisa falsa, creando la posibilidad de apercibirnos como relatados, de experimentar la Otredad y de testimoniar lo particular.
Proponemos la dirección de la cura en tanto efectuación [3] del duelo como una apuesta a conmover esa verdad con estructura de ficción que oferta el discurso para velar lo inconsistente.
Expropiarnos de dichos islotes culturales que hacen consistir la relación sexual como respuesta sintomática, implica desprenderse de las coordenadas euclidianas espaciales temporales para realizar el tour allí, donde adviene la discontinuidad, el intervalo, el hiato, los agujeros del cuerpo. Sólo a partir del corte, de la función del analista, como intervención puede emerger en su forma pulsátil la tensión entre lo diacrónico y lo sincrónico creando el juego entre-dos. Definimos juego en tanto estructura y forma que se testimonia en la producción de un saber que no pertenece ni a uno ni a otro. Este juego analítico convoca a rescribir la historia-infancia, leyendo dicha escritura, como una combinación significante, como la versión particular neurótica que se arma frente al significante de la falta del Otro o la no relación sexual.

El hombre se constituye como sujeto en y a través del lenguaje, como la expropiación de esa experiencia originaria, muda y pura. “Es desde siempre un habla, una in –fancia del hombre. [...]El lenguaje custodia lo indecible sin callarse, hace experiencia de lo negativo”[4]

Pensamos al sujeto como realizándose en el relato, produciéndose en el virage del habla a discurso, es decir, del yo (moi) al sujeto (je). Es en la situación analítica donde se pone en juego el duelo de ese objeto erotizado, libidinizado, de estofa significante, que no pertenece ni a uno ni a otro.

Proponemos tomar al duelo pensado como un operador lógico, que al efectuarse habilita hacer con la falta en ser.

Pensamos el concepto de amor, según la teoría lacaniana como una posible respuesta que da cuenta del lazo con Otro. En una relación de falta a falta, que implica la efectuación del duelo, en tanto poder dar lo que no se tiene a quien no lo es.

Presentamos un recorte de algunas citas del texto “La repetición” de Kierkegaard, que explicitan la diferencia entre amar- recordar o amor- repetición. Es decir, la distinción entre la idealización propia del amor narcisista y el concepto de amor.


“Recuerdo, es algo que fue [..]. El recuerdo comienza con una perdida, es seguro en tanto ya no hay nada que perder. [...] amar recordar es la proyección retroactiva de la eternidad en el presente. [...][5]

Amor repetición es en verdad el único dichoso. No entraña inquietud de esperanza, angustiosa fascinación, descubrimiento, ni melancolía. [...] Lo que se repite anteriormente ha sido, fue, ha existido y es lo que le confiere carácter de novedad.[6]

Volviendo a la lectura de Agamben; pensamos que la expropiación de la fantasía de la experiencia de la época moderna deja una sombra, el deseo.

En la cultura medieval el deseo y la fantasía estaban ligados. El amor para los poetas provenzales tenía por objeto no la cosa sensible sino el fantasma; entonces el deseo ya no encuentra frente así al objeto en su corporeidad, sino una imagen. Se anulan los límites entre el sujeto y el objeto, lo corpóreo y lo incorpóreo, el deseo y su objeto.

Amor no es una oposición entre un sujeto deseante y un objeto de deseo. La separación de la fantasía de la experiencia, divide lo que Eros reunía, deseo y necesidad. Lacan levanta este problema, estableciendo su fórmula fantasmática ($ ◊ a), como la función que hace soportable la condición del sujeto llamada deseo.

¿Qué entendemos entonces por experiencia? Agamben propone que la experiencia es humana, es inconsciente, no posee un camino metódicamente establecido por un yo. Lo humano es el pasaje de la primera persona a la tercera persona. Es el virage de la muerte a la infancia, de lo trascendental a lo lingüístico. Infancia instaura en el lenguaje la escisión de la lengua al discurso, produciendo la discontinuidad que inaugura la historia. Leída ésta como intervalo, como la distancia diferencial entre diacronía y sincronía, como el sistema de transformaciones del rito en el juego y viceversa, garantizando una continuidad, no sin un resto ineliminable.

Como lo desarrolla Lacan en “Posición del inconsciente”, el sujeto se experimenta, (eprouve) en ese intervalo. “El sujeto encuentra una falta en el Otro con su discurso”.[7]

Desde aquí podemos pensar la posición del analista como parte de ese inconsciente, cuya función es conjeturar un asunto por advenir.

Como dice Lacan en L ‘Etourdit

“De esto recibe el psicoanalista su función por situarlo con su semblante”. Es decir, el analista es aquél que debe posicionarse como el objeto causa deseo, semblanteando esa función, esa falta, para que se produzca un saber particular.

El analizante sólo termina si hace del objeto (a) el representante de la representación de su analista. Entonces, en tanto dure su duelo del objeto (a) al que por fin lo ha reducido, el psicoanalista persiste en causar su deseo: más bien maníaco-depresivamente. [...]. Entonces comprendemos el fin del análisis como la efectuación del duelo, como la caída de ese supuesto saber encarnado en aquél analista que representó el deseo bajo una posición de falta.

Queda lo estable del aplastamiento del falo, esto es, de la banda, donde el análisis encuentra su final, el que le asegura a su supuesto sujeto el saber.”[8]

Lacan insiste en “El Psicoanálisis y su enseñanza”

“El inconsciente es ese discurso del Otro en el que el sujeto recibe, bajo la forma invertida que conviene a la promesa, su propio mensaje olvidado.

Ese Otro sin embargo sólo esta a medio camino de una búsqueda que el inconsciente delata con su arte difícil y cuya ignorancia cuán enterada revelan las paradojas del objeto en Freud; pues si lo escuchamos, es de un rechazo de donde lo real toma existencia; aquello de lo que el amor hace su objeto es lo que falta en lo real; en lo que el deseo se detiene es la cortina detrás de la cual esa falta esta figurada por lo real.”[9]

A partir de este desarrollo, intentamos dar cuenta de la efectuación del duelo como una escritura a secas. Pensar el fin de la neurosis de transferencia como el ceder lo que no se tiene sin compensación, aquel testigo que no lo es.

“Es el momento en que estamos, cuando el psicoanalista se deja identificar como el exacto contrapunto de Sócrates: mientras que Sócrates se exponía diciendo que únicamente era conocedor en el amor (eros), el psicoanalista lacaniano de hoy, o digamos que su caricatura, si prefieren, es sabio en numerosos dominios, o simula serlo (lingüística, filosofía, lógica, topología, y quién sabe que más), ... salvo en el amor. Penoso ¿no?”[10]

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[1] Agamben, Giorgio. “El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar de la negatividad.” Ed. Pre- texto, pág.130.

[2] Platon. “El banquete”. Ed. Sarpe. Pags. 59,60.

[3] Efectuar (del lat. Effectus, efectos) 1. tr Poner por obra, ejecutar algo, especialmente una acción. Se efectuó la entrevista. Efectuaron un reconocimiento del terreno. 2. prnl. Cumplirse, hacerse efectivo.

[4] Agamben, Giorgio. “Infancia e Historia”.Ed. Adriana Hidalgo editor. Pág. 70

[5] Kierkegard, Søren . “la Repetición”. Ed. JVE Psiqué. Págs. 25/26

[6] Kierkegard, Søren . “la Repetición”. Ed. JVE Psiqué. Pág. 97

[7] J. Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales en psicoanálisis” Seminario XI . Ed Piados. Pag 222.

[8] J. Lacan L'ETOURDI . Esacansión 1984. Edición: México, Siglo XXI. Traducción Tomás Segovia

[9] “El psicoanálisis y su enseñanza” . J. Lacan. Edición: México, Siglo XXI. Traducción Tomás Segovia.

[10] Allouch Jean. “Horizontalidades del sexo”. Litoral 33. Ed. Ediciones literales. Pág. 16

Lic. Eleonora Baldomir, Lic. Gabriela Mondonça, Lic. Mariana Stavile

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