sábado, 14 de febrero de 2009

La efectuación del duelo y el concepto de amor

Es pertinente aclarar, que el siguiente texto es el resultado de la unión de dos grupos de investigación.

Decidimos conjugarnos en un equipo, puesto que en las Jornadas de Investigación del año 2004, descubrimos que nuestros trabajos estaban atravesados por el mismo asunto: el objeto (a) como causa de deseo. Agamben define la sorpresa como “La cosa más simple y familiar, aparece de pronto como un inencontrable y una extrañeza”[1]


La sorpresa de nuestro asunto en común, nos guió hacia una pregunta: cómo se articulan en la dirección de la cura; la efectuación del duelo y el concepto de amor. La articulación de ambos conceptos, implicarían en la dirección de la cura, trabajar con la falta en ser o la falta del Otro, poniendo en jaque o en cuestión la concepción de la unidad yoica vigente en nuestro contexto social. . Para comenzar a pensar este tema decidimos servirnos del texto de Agamben “Historia e Infancia”

En dicho texto, Agamben realiza una revisión crítica e histórica de cómo fue mutando el lazo social a través del tiempo. Proponiendo la expropiación de las experiencias compartibles como una de las tantas nominaciones del individualismo moderno, que se encarnan en las versiones institucionales en su forma extraordinaria y cotidiana de velar la hiancia del sujeto. Es decir que la expropiación de las experiencias compartibles reforzó el individualismo en detrimento del lazo social. Trataremos de dar cuenta cómo los conceptos de duelo y amor van a contrasentido de la concepción individualista vigente.

Con este objetivo, hicimos un corto recorrido histórico, dónde nos aventuramos a formular distintas esferas, como planetas de pensamiento y creencia que hicieron uno en cada época.

Mundo Antiguo: El conocimiento como la relación entre lo uno y lo múltiple. Concepción del tiempo figurado como lo circular, continuo, lo a-histórico inmutable, sin principio y sin fin. El círculo en Grecia era el símbolo de la perfección, de la unidad.

Mundo Judío Cristiano: hace uno como pueblo o la trinidad haciendo uno. Concepción del tiempo como rectilíneo, finito.

Ciencia Moderna: establece un camino metódico de conocimiento para calcular la certeza, la exactitud. La ciencia sutura la hiancia del sujeto, sutura el vaciamiento del pensamiento propuesto por Desacartes.

Capitalismo: el consumo como la ilusión que instaura una falta que puede ser colmada, por los objetos producidos por la aletofera del mercado.

Amor Narcisista: la búsqueda de la media naranja, como la nueva versión de Aristófanes en el banquete. “[...]Cada uno de nosotros, efectivamente, es una contraseña de hombres, como el resultado de un corte de un solo ser, presenta una sola cara como los lenguados. De ahí que busque siempre cada uno su contraseña [...]”[2]

La respuesta a un mandato que habita nuestra cultura, e invita a cumplir con las condiciones que hacen creer ficticiamente en la posibilidad de un encuentro con el otro. El mercado explota la falta ahí.

Evolución analítica: si pensamos al análisis como mandato analítico, nos hace creer en la ilusión de que a través de esa “experiencia” tendríamos la posibilidad de ser feliz y arribar a una posición de ausencia de sufrimiento, como si dicho sacrificio garantizara el encuentro con el objeto de saber. Es la versión de la cuenta neurótica donde el sujeto no se cuenta en su cuenta, dónde se sustrae de la pregunta que lo implica y lo convoca en ese análisis.


Así como las esferas van modelando diversas presentaciones de sus formas que a su vez son variaciones de la misma buena forma, se puede decir que hay como se propone en “La familia en desorden”, un Hamlet para cada época. ¿Qué representa Hamlet? Los impedimentos en cada época para llevar a cabo el acto del deseo. Entonces, pensamos la función analítica como un proceso capaz de cuestionar el sistema de hipótesis que se sujetan bajo una primera premisa falsa, creando la posibilidad de apercibirnos como relatados, de experimentar la Otredad y de testimoniar lo particular.
Proponemos la dirección de la cura en tanto efectuación [3] del duelo como una apuesta a conmover esa verdad con estructura de ficción que oferta el discurso para velar lo inconsistente.
Expropiarnos de dichos islotes culturales que hacen consistir la relación sexual como respuesta sintomática, implica desprenderse de las coordenadas euclidianas espaciales temporales para realizar el tour allí, donde adviene la discontinuidad, el intervalo, el hiato, los agujeros del cuerpo. Sólo a partir del corte, de la función del analista, como intervención puede emerger en su forma pulsátil la tensión entre lo diacrónico y lo sincrónico creando el juego entre-dos. Definimos juego en tanto estructura y forma que se testimonia en la producción de un saber que no pertenece ni a uno ni a otro. Este juego analítico convoca a rescribir la historia-infancia, leyendo dicha escritura, como una combinación significante, como la versión particular neurótica que se arma frente al significante de la falta del Otro o la no relación sexual.

El hombre se constituye como sujeto en y a través del lenguaje, como la expropiación de esa experiencia originaria, muda y pura. “Es desde siempre un habla, una in –fancia del hombre. [...]El lenguaje custodia lo indecible sin callarse, hace experiencia de lo negativo”[4]

Pensamos al sujeto como realizándose en el relato, produciéndose en el virage del habla a discurso, es decir, del yo (moi) al sujeto (je). Es en la situación analítica donde se pone en juego el duelo de ese objeto erotizado, libidinizado, de estofa significante, que no pertenece ni a uno ni a otro.

Proponemos tomar al duelo pensado como un operador lógico, que al efectuarse habilita hacer con la falta en ser.

Pensamos el concepto de amor, según la teoría lacaniana como una posible respuesta que da cuenta del lazo con Otro. En una relación de falta a falta, que implica la efectuación del duelo, en tanto poder dar lo que no se tiene a quien no lo es.

Presentamos un recorte de algunas citas del texto “La repetición” de Kierkegaard, que explicitan la diferencia entre amar- recordar o amor- repetición. Es decir, la distinción entre la idealización propia del amor narcisista y el concepto de amor.


“Recuerdo, es algo que fue [..]. El recuerdo comienza con una perdida, es seguro en tanto ya no hay nada que perder. [...] amar recordar es la proyección retroactiva de la eternidad en el presente. [...][5]

Amor repetición es en verdad el único dichoso. No entraña inquietud de esperanza, angustiosa fascinación, descubrimiento, ni melancolía. [...] Lo que se repite anteriormente ha sido, fue, ha existido y es lo que le confiere carácter de novedad.[6]

Volviendo a la lectura de Agamben; pensamos que la expropiación de la fantasía de la experiencia de la época moderna deja una sombra, el deseo.

En la cultura medieval el deseo y la fantasía estaban ligados. El amor para los poetas provenzales tenía por objeto no la cosa sensible sino el fantasma; entonces el deseo ya no encuentra frente así al objeto en su corporeidad, sino una imagen. Se anulan los límites entre el sujeto y el objeto, lo corpóreo y lo incorpóreo, el deseo y su objeto.

Amor no es una oposición entre un sujeto deseante y un objeto de deseo. La separación de la fantasía de la experiencia, divide lo que Eros reunía, deseo y necesidad. Lacan levanta este problema, estableciendo su fórmula fantasmática ($ ◊ a), como la función que hace soportable la condición del sujeto llamada deseo.

¿Qué entendemos entonces por experiencia? Agamben propone que la experiencia es humana, es inconsciente, no posee un camino metódicamente establecido por un yo. Lo humano es el pasaje de la primera persona a la tercera persona. Es el virage de la muerte a la infancia, de lo trascendental a lo lingüístico. Infancia instaura en el lenguaje la escisión de la lengua al discurso, produciendo la discontinuidad que inaugura la historia. Leída ésta como intervalo, como la distancia diferencial entre diacronía y sincronía, como el sistema de transformaciones del rito en el juego y viceversa, garantizando una continuidad, no sin un resto ineliminable.

Como lo desarrolla Lacan en “Posición del inconsciente”, el sujeto se experimenta, (eprouve) en ese intervalo. “El sujeto encuentra una falta en el Otro con su discurso”.[7]

Desde aquí podemos pensar la posición del analista como parte de ese inconsciente, cuya función es conjeturar un asunto por advenir.

Como dice Lacan en L ‘Etourdit

“De esto recibe el psicoanalista su función por situarlo con su semblante”. Es decir, el analista es aquél que debe posicionarse como el objeto causa deseo, semblanteando esa función, esa falta, para que se produzca un saber particular.

El analizante sólo termina si hace del objeto (a) el representante de la representación de su analista. Entonces, en tanto dure su duelo del objeto (a) al que por fin lo ha reducido, el psicoanalista persiste en causar su deseo: más bien maníaco-depresivamente. [...]. Entonces comprendemos el fin del análisis como la efectuación del duelo, como la caída de ese supuesto saber encarnado en aquél analista que representó el deseo bajo una posición de falta.

Queda lo estable del aplastamiento del falo, esto es, de la banda, donde el análisis encuentra su final, el que le asegura a su supuesto sujeto el saber.”[8]

Lacan insiste en “El Psicoanálisis y su enseñanza”

“El inconsciente es ese discurso del Otro en el que el sujeto recibe, bajo la forma invertida que conviene a la promesa, su propio mensaje olvidado.

Ese Otro sin embargo sólo esta a medio camino de una búsqueda que el inconsciente delata con su arte difícil y cuya ignorancia cuán enterada revelan las paradojas del objeto en Freud; pues si lo escuchamos, es de un rechazo de donde lo real toma existencia; aquello de lo que el amor hace su objeto es lo que falta en lo real; en lo que el deseo se detiene es la cortina detrás de la cual esa falta esta figurada por lo real.”[9]

A partir de este desarrollo, intentamos dar cuenta de la efectuación del duelo como una escritura a secas. Pensar el fin de la neurosis de transferencia como el ceder lo que no se tiene sin compensación, aquel testigo que no lo es.

“Es el momento en que estamos, cuando el psicoanalista se deja identificar como el exacto contrapunto de Sócrates: mientras que Sócrates se exponía diciendo que únicamente era conocedor en el amor (eros), el psicoanalista lacaniano de hoy, o digamos que su caricatura, si prefieren, es sabio en numerosos dominios, o simula serlo (lingüística, filosofía, lógica, topología, y quién sabe que más), ... salvo en el amor. Penoso ¿no?”[10]

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[1] Agamben, Giorgio. “El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar de la negatividad.” Ed. Pre- texto, pág.130.

[2] Platon. “El banquete”. Ed. Sarpe. Pags. 59,60.

[3] Efectuar (del lat. Effectus, efectos) 1. tr Poner por obra, ejecutar algo, especialmente una acción. Se efectuó la entrevista. Efectuaron un reconocimiento del terreno. 2. prnl. Cumplirse, hacerse efectivo.

[4] Agamben, Giorgio. “Infancia e Historia”.Ed. Adriana Hidalgo editor. Pág. 70

[5] Kierkegard, Søren . “la Repetición”. Ed. JVE Psiqué. Págs. 25/26

[6] Kierkegard, Søren . “la Repetición”. Ed. JVE Psiqué. Pág. 97

[7] J. Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales en psicoanálisis” Seminario XI . Ed Piados. Pag 222.

[8] J. Lacan L'ETOURDI . Esacansión 1984. Edición: México, Siglo XXI. Traducción Tomás Segovia

[9] “El psicoanálisis y su enseñanza” . J. Lacan. Edición: México, Siglo XXI. Traducción Tomás Segovia.

[10] Allouch Jean. “Horizontalidades del sexo”. Litoral 33. Ed. Ediciones literales. Pág. 16

Lic. Eleonora Baldomir, Lic. Gabriela Mondonça, Lic. Mariana Stavile

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